Elise Hall: La primera mecenas y saxofonista femenina (por Elisa Urrestarazu)

Su nombre completo era Elizabeth Boyer Coolidge. Nació en 1853 en París fruto de una familia prominente de Boston, pasando toda su infancia en este país y recibiendo una educación estricta francesa, mientras a su vez estudiaba violín y piano

ELISE HALL

La primera mecenas y saxofonista femenina
Su nombre completo era Elizabeth Boyer Coolidge. Nació en 1853 en París fruto de una familia prominente de Boston, pasando toda su infancia en este país y recibiendo una educación estricta francesa, mientras a su vez estudiaba violín y piano (instrumentos etiquetados como adecuados para la clase social alta).
En 1879 contrajo matrimonio con el famoso cirujano Richard J. Hall, trasladándose después a los EE.UU (Boston y New York), para fijar su residencia. En 1888 se muda al Sanatorio Cottage de Santa Barbara por motivos profesionales de su esposo. Es allí donde Elise contrae fiebre tifoidea, produciéndole una leve sordera y afecciones pulmonares. Para intentar recuperarse de esta enfermedad y poder disfrutar de lo que más le apasionaba (la música), su marido le aconsejó que tocara un instrumento de viento. Elise se decantó por el saxofón a los 47 años, un instrumento poco habitual en los ambientes musicales de los EE.UU de esa época, ya que no estaba considerado para las personas de su posición social por relacionarlo con la música de circo y las bandas militares, y en ningún caso apropiado para ser tocado por una mujer.

Los antecedentes históricos del saxofón en EE.UU comienzan en el mismo año del nacimiento de Elise, concretamente el 19 de diciembre. Interpretado por el clarinetista-saxofonista belga Henri Wuille, presenta un concierto de transcripciones solistas de flauta y clarinete sobre temas populares, solos de concursos y obras no originales para el instrumento. Además, durante todo el siglo XIX hasta 1920, el saxofón era utilizado mayoritariamente en Europa, con un uso casi exclusivo en las bandas militares de Francia, España y tímidamente en Inglaterra y Alemania. Los solos orquestales hasta el llamado crazy saxophone o época dorada del saxofón (a partir del 1920) eran escasos, por lo que aunque Berlioz incorporara al saxofón en el Tratado de instrumentación orquestal (publicado en 1844 y revisado en 1904 por R. Strauss) como un instrumento más de la plantilla, los compositores clásicos no se interesaron por él. Aunque su inventor Adolphe Sax realizó innumerables esfuerzos por incluirlo en la orquesta, y formara a los músicos de la Banda Republicaine de París, no existían instrumentistas especializados de saxofón; hasta 1920 casi todos los intérpretes de saxofón eran clarinetistas, fagotistas y flautistas. Será en 1942 cuando se instaura la plaza como instrumento individual en el conservatorio de París con el destacado Marcel Mule, representante y exponente de la primera escuela francesa del saxofón.

Una vez fallece su marido en 1897, Elise Hall vuelve a Boston con sus dos hijas y comienza una extraordinaria carrera musical como saxofonista y mecenas del instrumento; en 1890 inaugura el Boston Orchestral Club, con el apoyo de la Orquesta Sinfónica de la misma ciudad. Los componentes eran en su mayoría músicos amateurs, sin embargo programaban obras de cierto reconocimiento en el panorama musical clásico europeo, sobre todo basándose en un repertorio de compositores franceses como Bizet, Massenet, Franck, Fauré…
Paralelamente, sigue formándose con el oboísta solista francés George Longy, de la Orquesta Sinfónica de Boston y director del Boston Orchestral Club, y estudia también otro instrumento “original” o poco tópico para una mujer: el clarinete bajo. Aún así, aunque recibiera clases del reconocido Longy y tuviera una formación musical en su niñez durante su infancia en París, de cara a la crítica nacional e internacional se cataloga a Elise Hall como una artista burguesa amateur.

Queriendo tocar ella misma de solista con su orquesta, comienza a realizar una labor de encargos, especialmente decantada por compositores franceses, reuniendo entre 1900 y 1920 la suma de 22 obras de compositores notables del momento y aportando al saxofón un reconocimiento mayor al que poseía. Entre los más destacados contacta con Debussy, F. Schmitt, Caplet, d’Indy, Sporck, Grovlez, etc., estrenando algunas de ellas en varias de las más importantes salas de Boston y París, como el Gaveau Hall o la Sala Pleyel de París.

Aunque tengamos el lujo de contar con una obra de Debussy, es cierto que la creación de la Rapsodia para saxofón solista y orquesta ocasionó muchos problemas; tardó 18 años en realizarse. Pese a que Elise realizara el pago por adelantado de la obra, Debussy no la concluyó para orquesta, únicamente entregó a su editorial Durand la Rapsodia para saxofón y piano, teniendo que realizar el trabajo de orquestación su amigo Robert Ducasse. Los motivos: según la correspondencia del compositor, Debussy aceptó el encargo por motivos económicos, sin embargo no tomó en serio a lo que él llamaba “la dama del saxofón”, un término muy despectivo que repite en sus conversaciones con personas cercanas a su círculo. Además la consideraba una músico amateur, por no mencionar la falta de gusto e interés que le producía aquel instrumento nuevo con una morfología diferente a los demás. Elise no llegó a escuchar el estreno interpretado por Ives Mayeur en la sala Pleyell Hall dirigida por Caplet, a causa de su sordera y estado de salud, pues años después moriría (1924).

Pese a que se comente que Elise fue una artista amateur, habría que valorar la labor de esta mujer por su actitud valiente y original, por su perseverancia frente a un hecho que oponía resistencia: prejuicios sociales y problemas que rodeaban al instrumento por aquellos entonces, respecto a la incursión del saxofón en el mundo clásico.

Por otro lado y a su favor, Elise vivía en un lugar en el que la concepción de la mujer se encontraba a un nivel más aceptable y floreciente que en otros: concretamente en Boston existía un movimiento femenino más avanzado que en Europa. Ya en 1832 se originó la asociación abolicionista femenina, a través de la regeneración moral de la sociedad por medio de prácticas religiosas protestantes. En 1848 se fundó el Boston Females Medical School y la Declaración Seneca Falls (primera filosofía feminista de la historia). Pese que al comienzo les pareciese extraño que una mujer tocara el saxofón al no tener precedentes, se aceptó en seguida en los círculos sociales y musicales. Según las críticas del New York Times, el público se sorprendía mucho al ver a una solista, mujer, con un instrumento nuevo, pero también describe que, una vez la escuchaban, se embelesaban con su ejecución y olvidaban cualquier prejuicio social.
En contraste, sobre 1904 circulaba en Europa la llamada Question de la femme, una concepción burguesa en la que se concebía que la mujer debía ejercer las labores relegadas al ámbito del hogar, sin destacar demasiado en cualquier doctrina artística. Viendo las correspondencias y escritos de la época, podemos entender por qué en Europa chocaba más ver a una mujer solista con un instrumento nuevo y de viento, muy impropio de clases sociales altas.

Tenemos claro que fue una persona que propició un movimiento cultural de gran nivel en su círculo social amateur de Boston, intentó mejorar el sistema de enseñanza musical, aportando sus puntos de vista por haber sido estudiante de los conservatorios de París y por disfrutar de esas charlas y tertulias artísticas en los cafés parisinos. Apoyó la formación estricta europea, esforzándose para llevarla a cabo en EE.UU. En cuanto a su labor de expansión del saxofón, mostró su poder expresivo en un país y continente en el que tenían poca constancia de él. Elise elevó al saxofón hacia una posición respetable al realizar encargos a compositores de alto nivel europeo, cuando en esa época pocas personas apostaban por él a nivel mundial. Fue la pionera en desarrollar el repertorio de nuestro instrumento cuando no existían saxofonistas especializados, ni la asignatura como tal en conservatorios. Podemos considerar que quizás fuera la consecuencia del desarrollo del saxofón y la consideración por tanto en los círculos clásicos, proporcionándonos un legado muy importante en la historia de este nuevo y maravilloso instrumento.

Elisa Urrestarazu
Saxofonista malagueña, especializada en música clásica y contemporánea, contribuye con la tradición escrita de la literatura del saxofón del siglo XXI trabajando con diferentes compositores del panorama nacional actual.

lien de l’article original avec l’autorisation de Elisa Urrestarazu

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